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“No quise hacer una película fría”
Si algo percibí cuando conversé con el cineasta gibareño Armando Capó fue su generosidad, la misma que él destacó en el equipo de su primer largometraje de ficción, Agosto, el cual obtuvo el premio Coral a mejor ópera prima del recién finalizado 41 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (FINCL).
Por ello, Cubacine quiso retribuir a este creador un poco de dicha generosidad con la entrevista que está a punto de leer.
¿Cómo ha sido su vida y obra hasta hoy?
Estudié Nivel Medio Profesional de Pintura en la Escuela de Arte de Holguín, luego Dirección en el Instituto Superior de Arte y termine graduándome de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), en la carrera de Documental.
De hecho, toda mi obra anterior ha sido documental [La inercia (2008), Nos quedamos (2009), La marea (2009) y La certeza (2012)], por lo que Agosto viene a ser mi primer largometraje de ficción.
¿Qué representó competir con Agosto, su ópera prima, en dicha categoría, durante el 41 FINCL?
Cuando comencé a interesarme por el séptimo arte el Festival fue el primer gran referente, pues este evento viajaba por las provincias y llegó a la mía. En aquel entonces ocurrieron mis primeros acercamientos a la gran pantalla. Recuerdo cómo pedía vacaciones cada diciembre para asistir al Festival. Venía a la capital e intentaba ver cinco o seis películas por día, marcando siempre en los diarios la que había visto y la que no.
El festival de cine de La Habana constituye el acontecimiento más importante para mí porque está dirigido al público cubano. Además, este evento posibilita la entrada a una distribución y nos invita descubrir las primeras opiniones de los espectadores sobre tus audiovisuales apreciando la manera en que estos se relacionan con los mismos.
Agosto se estrenó en Toronto en la sección Discovery y compitió luego en San Sebastián en la de Horizontes Latinos, por lo que ha tenido un recorrido internacional muy bueno, pero a nada le teníamos más miedo y deseo que al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
No obstante, si mi película le debe a algún evento cinematográfico es al de San Sebastián, ya que en 2014 ganamos su Foro de Posproducción y después participamos en Cine en Construcción (2017), es decir, que el primer financiamiento que recibimos para hacer posible el proyecto de Agosto provino de allí. San Sebastián nos acunó y quiso desde el principio.
¿Por qué elegir un tema controversial como el de la emigración en pleno Período Especial para su primer largometraje?
Uno no sabe en lo que se mete hasta que no gana experiencia en lo que hace. Cuando empecé a escribir el proyecto, en 2009, junto al guionista Abel Arcos, no teníamos conciencia de lo complicado que era producir la película y de todo lo que íbamos a enfrentar en el camino. De hecho, si tuviera que decidir ahora qué proyecto realizar seguro eligiera otro.
Rodar Agosto fue complejo no solo por la temática que aborda, sino por la cantidad de actores que intervienen y de locaciones en las que tuvimos que filmar. A nivel logístico también resultó bastante difícil avanzar.
Por otro lado, Cuba no estuvo preparada para mi película en un momento.
¿Cómo influyó el mundo del documental en Agosto?
Siempre pensé en los actores y sus personajes. No quise hacer una película fría. En algunos planos buscamos darle una mirada más documental, como en el de la construcción de la balsa por la urgencia que se requería. Ahí utilizamos la cámara en mano para seguir a los personajes mientras sucedían las cosas.
A su vez, deseábamos reflejar cierta naturalidad en las actuaciones y los escenarios donde rodamos. No queríamos grandilocuencias. Por lo tanto, no creo haya quedado mucho del género documental, porque cuando uno filma una película todo se mezcla y llega el punto en que uno no sabe qué saca de un lugar u otro.
¿Cómo fue trabajar con nuevos actores (adolescentes) y otros muchísimo más experimentados?
El trabajo como coordinador de la Cátedra de Ficción en la EICTV me fue acercando, poco a poco, a los actores. Yo le tenía mucho miedo o respeto a eso y tuve que superarlo para obtener lo mejor de ellos.
Con Rosa María Rodríguez, la directora de casting, hicimos un proceso de selección dirigido en el cual íbamos pensando qué actor funcionaba más para cada rol. Además, los vínculos de amistad con determinados histriones condicionaron su aparición en el filme.
En Agosto tenemos a actores muy buenos en pequeños papeles, quienes lo hicieron por una cuestión de compromiso. Tener a la actriz Yara Massiel en un personaje pequeñito, por ejemplo, cuando terminaba de protagonizar Nido de mantis, tiene que ver con el cariño previo que nos teníamos.
Básicamente, no hicimos un casting público para los adultos, mientras que con los adolecentes sí, pero uno en el cual íbamos a verlos, los entrevistábamos en los espacios donde rodamos (Santa Fe y Cojímar) para irlos conociendo mejor. Más adelante, seleccionamos a un grupo de entre 10 y 15 muchachos con los que comenzamos a trabajar juntos. Teníamos que valorar sus posibilidades para actuar y lograr que se convirtieran en amigos.
Luego, impartimos un taller con ellos en el cual recreamos escenas parecidas a las de la película para irlos entrenando en situaciones parecidas. Al final de dicho taller escogimos a los protagonistas. No obstante, todos los adolescentes que participaron aparecen en el filme. Y es que esa relación de amistad que se percibe en la cinta es real y fue creciendo dentro y fuera del set.
¿Quiso hacer cine de autor con Agosto? ¿Cómo valora el estado actual de este tipo de cinematografía en nuestro país?
Es curioso lo que preguntas porque aunque quisiera no hacer cine de autor, es lo que sale siempre (ríe). Considero debe haber toda clase de cine, uno que entretenga, otro que haga pensar, un cine para recuperar el dinero y otro que sea industria. Lo más importante es garantizar la variedad.
Tenemos a Fernando Pérez, Enrique (Kiki) Álvarez, Ernesto Daranas y otros muchos cineastas que hacen cine de autor, al igual que a otros que están comenzando sus carreras. De hecho, me atrevería a decir que casi todo el cine cubano es de autor.
Simplemente, me gustaría creer que en Cuba tenemos a directores que hacen películas.
Agosto es una coproducción entre Cuba, Francia y Costa Rica. ¿Qué tanto contribuyeron estos países a su realización?
Entre la productora costarricense Marcela Esquivel ―con quien estudié en la EICTV― y la cubana Claudia Olivera armaron un esquema de financiamiento (crowdfunding), el cual significó aplicar a pequeños fondos para el desarrollo de proyectos hasta resultar beneficiados por algunos.
Asimismo, contamos con el apoyo de la embajada de Holanda en Cuba y del Fondo Noruego para el Cine Cubano, los cuales fueron pequeños soportes, pero que nos aliviaron con los gastos en efectivo.
Ahora, tengo que ser justo y decir que con la coproducción no solo buscamos la parte económica. Mi primer interés era el de encontrar a alguien capaz de prever esa larga ruta que nos llevara al final. Uno también tiene la posibilidad de ver cómo crece un proyecto cuando otra persona de fuera participa e intenta hacerlo cada vez más global.
Busqué las capacidades técnicas que nos faltaban y todo aquello que podía complementarnos, con el fin de que Agosto ganase. Fuimos impulsados por muchos sin perder nuestra esencia, la misma que sin excesos invita a pensar más allá de las posibles soluciones.