NOTICIA
Para los 50 años de Cine Cubano
Tuve esta colección durante mucho tiempo; hoy la he perdido. Rastreaba en las librerías de uso de La Habana buscando viejos números, queriendo reconstruir un punto o momento en el tiempo de la mirada. Puesto que no hay cómo relatar la historia de una revista cinematográfica sin las películas a las que ella hace referencia, las horas de lectura eran acompañadas por noches en la Cinemateca o cualquiera otra sala donde estuviesen proyectando algo de interés.
Una revista es más grande que sus páginas porque remeda aquella imagen de la piedra que golpea la serenidad de un lago y, luego de levantar salpicaduras, extiende su energía en ondas que se alejan; dicho de otro modo, su vida completa el ciclo en las vidas de quienes la leen y discuten, descubren mundos y argumentos nuevos o se preparan, gracias a tales textos, a la ruptura. Puesto que son pocas las revistas que han conseguido durar cincuenta años, ello sería un milagro de no ser por la voluntad institucional de que así ocurriese; es decir, una revista es también el deseo de que exista, la persistencia en mantener vivo el proyecto y el empeño de quienes escribieron, revisaron los materiales, pensaron los temas o hicieron cualquier otra tarea.
He hablado de empeño, proyecto y pensar temas. Cuando leemos, en su continuidad, una revista, nos son reveladas tanto claves que enlazan varios tiempos como agrupamientos, la coherencia y la evolución resaltan para que tengamos acceso a la identidad. Cine Cubano no solo ha sido el gran órgano difusor de la producción nacional para la gran pantalla, sino que constituyó una de las sólidas plataformas para la entrada en el mundo de lo que hoy conocemos como el Nuevo Cine Latinoamericano, movimiento que inició su camino a inicios de los sesenta del pasado siglo.
Dado que no había otra forma de lograrlo que no fuese enfrentando el modo de imaginar la realidad que reconocemos bajo el nombre de Hollywood, palabra que engloba las prácticas de distribución y políticas de pensamiento a ello asociadas, la revista cubana se convirtió en uno de los principales espacios de reflexión teórica acerca de la posibilidad (y necesidad) de un modo de imaginar diferente, un modo que contribuyese a la desalienación del espectador, a la afirmación de las identidades nacionales, al surgimiento y apoyo de industrias cinematográficas en el continente y, englobándolo todo, a las tareas de emancipación social.
Hubo períodos en los que estas características fueron tanto su fuerza como su debilidad, y confieso que, si algunos ejemplares perseguía en aquellas librerías de uso, eran los primeros; por ejemplo, aquel número 4 donde coincidían Mack Senett y Chris Marker con la visita de Peter Brook a La Habana; una entrevista a Tatiana Samoilova, la reflexión de Gutiérrez Alea sobre el free cinema inglés; unas notas sobre escenografía y una reseña del Festival de Leipzig.
No solo era sabio el balance temático, sino que el ojo podía distinguir en la cantidad, y los cineastas o corrientes destacados entonces, nos siguen luciendo igual de grandes hoy. Luego de haber sido Cuba un país de escasa producción cinematográfica y donde el mercado norteamericano dominaba la exhibición, los textos de aquellas primeras revistas nos dejan la sensación de una libertad inmensa, así como la alegría del descubrimiento y la exploración.
Préstese atención a la enorme diferencia entre la diversidad temática antes mencionada y el número 94 (1979), donde el área geográfica se concentra, de modo aplastante, en América Latina, y donde los títulos de artículos y ensayos remiten a urgencias directamente asociadas a luchas políticas. Si es cierto que un sencillo título tiene mucho que revelarnos, entonces es adecuado afirmar que, por la fecha, había heridas cercanas que restañar, se creía posible asaltar la pantalla grande y se consideraba a la cámara un fusil.
Una revista es un ejército guerrillero que, siempre en desplazamiento, aparece donde no se le espera. Al recorrer las páginas, a la manera de flujos, uno puede seguir los territorios que en este medio siglo ha atravesado el cine nacional; en este caso, lo mismo nos referimos a la confrontación ante determinada influencia (de ahí que en un momento, a inicios de los sesenta, fueran tema de debate el free cinema o Godard), que al esfuerzo para desarrollar cine en lugares donde antes se tuvo como espejo una imagen ajena, el descubrimiento y conexión con las producciones de la que fuera Europa socialista o el homenaje que recupera clásicos del cine mundial.
Finalmente, una revista también en sus fracasos o vacíos, al propio tiempo que no es más que eso: una revista. El resto ―lo mismo reflexión sobre figuras, problemas o tendencias que allí no aparecen― lo tenemos que poner nosotros: sus lectores. El hecho de ser la única revista especializada sobre cine en nuestro país, es una carga demasiado enorme; sobre todo, cuando no existe otra publicación capaz de dar cuenta de los problemas y desarrollos en otros campos de la producción audiovisual como la televisión, el videoarte y el cine experimental, cuando no solo se han diversificado las geografías de la producción cinematográfica, los espacios de su distribución y las prácticas para su consumo, sino que ha aumentado la especialización y fragmentación del instrumental teórico con el cual abordar dichos procesos.
Aun así, contiene medio siglo de sueños, guerras culturales y el logro inocultable de haber acompañado y estimulado el cine nacional, latinoamericano, de aquellos países socialistas, de las causas democráticas, y el haberse enfrentado a la mediocridad ideológica del cine acomodaticio; además del hecho mismo de haber sobrevivido tantos años. Es ese, por encima de cualquier distancia, el logro mayor de esta Cine Cubano que celebrará medio siglo.
La duración de semejante voluntad remite al accionar de un grupo intelectual nucleado alrededor de un ideario común, con un pensamiento coherente a propósito del cine, la sociedad y, en general, las tareas de creación artística; puesto que una revista, además del espectro geográfico que abarcan sus temas, es también los territorios que pretende abarcar en su distribución, así como los espacios de replicación que así fomenta, el medio siglo de Cine Cubano se abre desde el campo cultural cubano hasta, cuando menos, el continente latinoamericano.
Por todo lo anterior, pese a las diferencias, la seguimos buscando y discutiendo lo que en sus páginas aparece. ¿Qué mejor destino desearle que los afanes de otro joven, rebuscando en estanterías de una librería de uso, para encontrar algún ejemplar y llevarlo como quien encontró una joya?
(Tomado de revista Cine Cubano, nro. 176, año 2010)